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Una buena poesía. En centímetros

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Laberinto


Cuando las chicas
no se quedaban a dormir
cuando el despertador
era un mazazo de soledad

Cuando el fuego
mataba mi estomago
cuando mi cabeza
olía a ginebra

Cuando me retorcía de dolor
cuando sufría sin llegar a morir
porque no se muere nunca
pero se sufre tanto

Cuando el reloj
empujaba mi vida
sin piedad
alguna

Cuando mis ganas de gritar
atenazaban mi garganta
y mis lágrimas
se desperdigaban por el suelo
como un rosario roto

Cuando mi vida era una mierda
y mi cara una careta

Cuando no sabía qué hacer
y nada había claro

Cuando era demasiado joven
y demasiado imbécil

Cuando todo era frustración
y pelusas en los rincones

Cuando aún no era yo

Cuando sólo quería escapar
o morir

Cuando no sabía lo que tenía

Cuando todo cambiaba sin parar

Cuando más me equivoque
y cuando más reí

Todos estamos perdidos
ése es el mal de nuestro tiempo  

lunes, 12 de noviembre de 2012

Luna


La luna menstrua la noche de gitanos y navajas. Madam de lo negro, ama de estrellas. Dice NO al sol. “Cariño, hoy no tengo cuerpo de cuerpo de rey”. Ven aquí arlequín maldito grita el lunático que lleva vida dentro de un bote ruinoso de fabada litoral. Hoy no me llames a filas, no mandes más. Y en el prostíbulo de luz oscura nos hace callar y ríe de cuarto menguante. Que aquí mando yo, más puta que nadie. La luna hace ricos a los que no tienen nada, venid aquí que os invito. Y colecciona mariposas borrachas que recolecta en las esquinas marcadas. Mariposas que no quieren, ni pueden, ni saben volver a sus casas. Vieja señora, faro de ahorcados, tan resobada tienes ya tu nula conciencia. Tan lamida tu cara oculta, donde aparcan las almas amoratadas. Deja caer tu rojo amanecer cada 28 días, sobre la noche gitana, sobre las navajas que relucen tu luz. Y mírate en el charco del mar y lava tus culpas mujer, en el solsticio infernal, en otra nueva cuenta atrás.

lunes, 5 de noviembre de 2012

El método escandinavo


Llego a casa después del hospital, en el cuarto de baño sueno mi nariz con violencia, y lavo mi cara. Caen gotas de sangre rompiendo el blanco del lavabo. En el espejo hay un tipo que sangra por la nariz como un cualquiera en el baño de una discoteca. Me dirijo al mueble con la firme determinación de emborracharme. Hay varias opciones, vodka, ron, ginebra. También hay vino y cerveza en el frigorífico, pero lo descarto. Tiene que ser algo fuerte, un licor dramático. Güisqui. Voy al salón dejo el vaso sobre la mesa. Me siento y veo en el reflejo de la tele apagada un intento de fuga, un intento carente de convicción. El proyecto de mitigar cierto dolor que aún no ha llegado se va desvaneciendo. Miro el vaso, lo huelo. No vomito. Miro al niño, me sonríe. Todo cambia.
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